-- Sefardies y su Historia: Lucena, la Perla de Sefarad

21 marzo 2013

Lucena, la Perla de Sefarad


Allí estuvo la academia rabínica más importante del mundo judío entre los siglos IX al XII, preferentemente. Un jardín donde floreció la poesía y el estudio como sólo ocurrió después en Toledo. Es la bella y blanca Lucena, en Córdoba. Un lugar que también fue conocido como La Perla de Sefarad.
Por: Mariano F. Urresti
El geógrafo árabe El Idrisi escribió: “Entre el sur y el oeste (de Cabra) está Lucena, la ciudad de los judíos. El arrabal está habitado por musulmanes y algunos judíos; en él se encuentra la mezquita, pero no está rodeado de murallas. La villa, por el contrario, está ceñida de buenas murallas, rodeadas por todas partes de un foso profundo y por canales cuyos excedentes de agua vierten en ese foso. Los judíos viven en el interior de la villa y no dejan penetrar en ella a los musulmanes. Son allí los judíos más ricos que en ningún país sometido a la dominación musulmana, y están muy sobre aviso de las empresas de sus rivales”.


Los musulmanes la llamaron al-Yussana; los judíos, sus auténticos señores, le dieron el nombre de Eliossana. Hoy la conocemos como Lucena, una ciudad cordobesa bajo cuya blanca apariencia pocos sospechan que se oculta una historia extraordinaria: la historia de la perla de Sefarad. Allí estuvo la academia rabínica más importante del mundo judío entre los siglos IX al XII, preferentemente. Un jardín donde floreció la poesía y el estudio como sólo ocurrió después en Toledo.
Responder a esa pregunta es tan difícil como afirmar cuándo se produjo el arribo de los hijos de Israel a Sefarad. Y lo mismo que ocurre en este último caso. También alrededor de la historia de Lucena existen leyendas, como la que afirma que tras la destrucción del primer templo de Jerusalén algunas familias del linaje davídico se establecieron allí. Incluso se aseguraba que Lucena procede del topónimo palestino Lidda (Lod). Si acudimos a la historia real es difícil precisar la llegada de los judíos a la ciudad que ellos llamaron Eliossana, pero lo que sin duda se puede afirmar es que, aunque también allí vivieron musulmanes y mozárabes, estos eran un minoría.
Los datos sobre la vida social de los judíos nos los proporcionan, como señala Carlos Carrete, las fuentes literarias, especialmente los responsa de la época. Pero, ¿qué eran los responsa? Se trataba de las respuestas que los rabinos daban a las múltiples preguntas que se les formulaban tanto en materia religiosa como de orden científico, económico, social o particular. La abundancia y extraordinaria calidad de las mismas permite hablar de un auténtico género literario de alto valor.
Las fuentes literarias permiten saber que los judíos de la ciudad vivían de la agricultura (especialmente, viñedos y olivares), en la que empleaban técnicas importadas de Babilonia y del norte de África, pero también se entregaban a actividades textiles (lana, algodón y seda) y a la tintorería.



Desde el punto de vista administrativo, durante el emirato de Córdoba Lucena perteneció a la Kura de Cabra. Durante el califato, a pesar de la fuerza incontestable de Córdoba y el poder del omnipresente nasí judío Hasday ibn Saprut, Lucena siguió siendo un referente imposible de olvidar, tejiéndose multitud de relaciones entre los intelectuales cordobeses y la academia local. Y cuando tras la desaparición del califato las turbulencias políticas obligaron a los judíos a escapar, Lucena se convirtió para ellos en el refugio soñado.
Sin embargo, la invasión almorávide significó el comienzo de su decadencia. A pesar de que lograron sobreponerse al pago exigido por los invasores para mantener su independencia, la llegada de los almohades en 1148 enterró para siempre el brillo de aquella luz de Sefarad y sus sabios y vecinos emprendieron la huída hacia la nueva Jerusalén: Toledo

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